domingo, 28 de diciembre de 2008

¿Y si cambiamos el orden mundial?

Detalle de un cuadro de Botero
- Si no nos gusta, ¿por qué no cambiamos el orden mundial? - dijo a última hora el más escéptico de los participantes.

- ¡Por Dios! - dijo el más anciano del grupo - no vamos a abrir otra vez la ronda de intervenciones, ya estamos cerrando el documento, lo hemos ofrecido para el 28 de diciembre.

- ¿Por qué no? - dijo la mujer de mediana edad que casi no había dicho palabra. La esencia de todo lo discutido estos días es esa, cuántas horas invertidas hablando y nadie ha podido decirlo así. Acéptelo señor, ya todos nos estábamos decepcionando, si algo tendría sentido es esto: hay que cambiar el orden mundial. Eso es lo que no nos hemos atrevido a decir todos estos días. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que no estábamos yendo a ningún lado?
Si a pocos les gusta y a los que les gusta..., - miró a todos los presentes - ¿qué podemos decir de los que les gusta el orden actual? Han mentido tanto, ya no son nada... han perdido toda credibilidad. Ya son un castillo de naipes.
La mujer hizo una pausa y dirigió su mirada al hombre viejo: usted anciano nos pidió inocencia. Nos dijo "hablen con la más pura inocencia, nadie los va a juzgar; lo que digan, no es ni correcto ni incorrecto, expresen simplemente lo que crean que debamos hacer". Y él que parecía el más duro, el más incrédulo de todos, se ha atrevido por fin a decir lo que siente y ¿usted pretende no hacerle caso simplemente porque nos estamos quedando sin tiempo? ¡Le reclamo coherencia!


Qué silencio...
Todas las autoridades presentes sintieron
lo que llamamos esperanza.

Miraron a la mujer con admiración, nadie se había atrevido a hablarle así al anciano.
El anciano sonreía, sus ojos eran luz. Llamó a la mujer, ven le dijo, toma mi asiento. Vamos a cambiar el orden mundial.

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