viernes, 19 de diciembre de 2008

Capacitando a la familia Gonzales Huamán

Ayer jueves comencé el último taller del año. Ha sido contratado por una minera para la familia Gonzales Huamán. Ellos son huancaínos. El jefe de familia era un trabajador de la mina y murió en un accidente de trabajo y la familia ha recibido 115 mil dólares por el seguro.
Los participantes son seis hermanos (tres mujeres y tres hombres), el esposo de una de ellas, la madre, la hermana del finado y una vecina. Diez personas, cuatro hombres, seis mujeres. Mi trabajo consiste en ayudarlos a descubrir qué hacer con ese dinero y sembrar en sus mentes los criterios esenciales para la toma de decisiones empresariales.
Estoy contento de recibirlos en mi casa, pienso que es un buen fin de año. Es un reto bonito y me encanta tener en la sala de mi casa a esta familia de huancaínos. Aprenderé, aprenderán. Las edades de los participantes fluctúan, para los hijos, entre los 12 años y los 26 y, para las tres señoras, entre los 37 y los 56. Su origen es campesino, las mujeres mayores parecen de campo aunque viven en la ciudad y los chicos son todos totalmente urbanos.
Han llegado puntualísimos y con muchas ganas de aprender. Sus ideas de negocio iniciales son poco realistas, utilizar todo el capital en la compra de una máquina, poner ciertos negocios en los que no tienen ninguna experiencia previa. Les hago ver los riesgos de hacer esas cosas. Le toca el turno a la madre. Empieza hablar con su dejo de campo y la hija menor entra en un ataque de risa y contagia a los hijos menores. Le digo a la niña que salga un rato y regrese cuando se le pase la risa. Yo pedí que venga toda la familia y siento que es muy importante que la madre se sienta cómoda y que sus opiniones son valoradas. También pedí que venga la niña de 12 años y el niño de 14. Creo que serán los que más van a aprender.
María, la madre, lanza las ideas de negocio que me parecen más sensatas. Ella y Guadalupe (56), la hermana del finadito, tienen bastante más sentido común empresarial que los jóvenes. Sin embargo, ellos, están bombardeados por una serie de cantos de sirena y su hablar más desenvuelto ataranta a las mujeres mayores. Al final del día, logro que las mujeres mayores se sientan en plena confianza. La arrogancia juvenil ha sido vencida.
El tema que más me ha llamado la atención es de la sequía que hablan. Hace tres años que en Huancayo no llueve como antes: "no hay agua y eso que tenemos lagunas -dicen-", "el agua la tienen por horas en la ciudad, que los agricultores e incluso los criadores de ganado están sufriendo pues no hay pastos".
Pienso en el calentamiento global y lo poco que estamos haciendo. La sierra está sufriendo grandes cambios y nosotros, porque Lima es como es, ni nos enteramos. Hemos tenido dos reuniones globales este año en Lima y no hemos manifestado nada respecto a lo que está pasando con nuestras poblaciones en la sierra, nuestros nevados derretidos, ni como un gran número de peruanos están viendo cambiar las características de su medio ambiente. La cosa es grave muchachos. Para los campesinos serranos el tema se está poniendo realmente complicado y no se oye nada padre.

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