jueves, 25 de septiembre de 2008

Aclaraciones sobre el pucho


Hace días que tengo ganas de escribir sobre mi relación actual con los puchos.
Ya no los quiero, pero aún no los puedo dejar del todo.
Debo confesar que mi relación con ellos se ha enfriado sobremanera y la sensación que tengo cuando me prendo uno (o dos o tres) no es tan placentera como la que sentía hace apenas unas semanas.
Y lo que es peor -en realidad, lo que es mucho mejor- es que al día siguiente me siento fatal: la garganta se resiente y la sensación de estar ahumando no me place.

Una victoria: ya no fumo de día. O es rarísimo que lo haga. Pequeñas batallas ganadas: ya casi no fumo de noche. Ya hay varias noches en las que no he fumado.
¿Cuándo fumo? Cuando salgo de noche. Antes en una salida podía terminar con una cajetilla. Ahora no he podido dejar de prenderme unos cigarros pero son mucho menos que antes. De dos a ocho. Para mi eso ha sido un gran avance, pero estoy esperando el momento en que pueda estar en una reunión y que no me provoquen.

Reacciones en mi cuerpo he tenido. Las dos últimas semanas subí un poco de peso. Y eso que he decidido bajar unos kilates antes de fin de año.
Sin embargo, dejar de fumar y bajar de peso parece que son dos acciones incompatibles. Por lo menos en el primer período. En mi caso, se acrecentaron las ganas por comer chocolate. Helado de chocolate y chocolates (Sublimes, Princesa, Snickers, Milky de la Ibérica). Visité -no hacía esto hace muchas lunas- Bembos y el grasoso Kentucky.
En fin tuve una reacción incontenible que me invitaba a comer basura. Me imagino que son reacciones ante la abstinencia. Ahora siento que ese período ya pasó. Volvemos a la sanidad del pescado, las ensaladas, las menestras y las frutas.

También he tenido reacciones desde el cerebro. La mayor parte de las veces que he prendido un pucho ha sido por las puras huevas. Una especie de resistencia a dejarlo. Me explico: creo que me movilizaba la idea que "si no prendo un pucho ya no lo voy a prender más" o "si no lo prendo ya lo dejo y no quiero dejarlo aún".
Me ha dado risa darme cuenta de esto. Pero he cedido a los mandatos.
Los procesos de separación ameritan concesiones.

Y claro, existieron también los momentos en estas semanas en las que el cigarro cumplió su función. A veces, como un bastón ante el cansancio laboral. A veces, un calmante para la ansiedad. han sido pocas las veces, pero han sido.

Entonces, querido pucho, creo que ya fuiste. Estoy a punto de dejarte.

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