jueves, 5 de junio de 2008

Hotel Mil Estrellas

Me gusto ese nombre: Hotel Mil Estrellas. Y es verdad. Uchubamba es un Hotel Mil Estrellas. Por lo menos esa noche lo fue. El sistema eléctrico ha llegado hace apenas seis meses. Pero la noche que pasé ahí no funcionó. ¿Por qué? No lo se a ciencia cierta. Algo escuché que el alcalde del pueblo vecino está un poco insatisfecho por algo y que apaga la luz de vez en cuando. Cosas de los caudillos locales. El hecho es que, sin luz, uno puede observar las estrellas. Y los rusos que ya vienen viviendo ahí un mes, no se cansan de presentar al municipio como el Hotel Mil Estrellas.
Hace no muchos años no era necesario recorrer cerca de 10 horas para tener contacto con la naturaleza un poco virgen. De chico era simple. De joven, todavía era simple. Uno podía salir a tres horas de Lima y se encontraba en Obrajillo, Canta, o en Lunahuaná. Hoy esos pueblos no son más un remanso. Progreso que le dicen. Hemos invadido descuidadamente cuanta zona hemos podido. Supongo que aún queda Marcahuasi, a donde debería volver pronto. Pero bueno, por ahí no iba la reflexión.
Sólo quería decir que venticuatro horas en Uchubamba bastan para reconectarte con el placer de apreciar la naturaleza y con el placer de haber vivido en épocas donde uno podía salir un poco de Lima y disfrutarla. Pueblito pequeño, rodeado de caidas de agua, ríos limpios, algunas pero no muchas bolsas y botellas de plástico . Una torre de Iglesia del siglo XVII, mucho mucho verde. Miel y café baratos. La ilusión de mirar al cielo durante horas. Florecitas no rockeras. Gente simple y buena.

Hace poco R nos llevó de madrugada a un lugar en Lima donde aún se puede disfrutar de esa cosa maravillosa: el Samoa. Un bar, hotel, venido a menos, que te permite disfrutar de la Herradura y recordar un poco como era todo cuando joven.
La Herradura, gran playa, hoy un desperdicio. Me he bañado mucho ahí. Corrido olas a pechito con destreza. La primera vez, no de bebé, que me bañé desnudo en el mar fue ahí. Con los amigos del colegio. Algunos besos y el último beso que he dado, los he dado ahí.
Hoy viernes por la noche vuelvo. Al Samoa. Hay fiesta. Están invitados. De alguna manera el Samoa es también mil estrellas. Aquí nomás en Lima. Con su decadencia, el Samoa, es parte de lo que ya perdimos.

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