domingo, 15 de junio de 2008

Amo a mi papi



Tengo mucho que agradecerle a mi padre. Sus noches de compañía cuando iba a echarse a mi lado en mi cama de niño y me escuchaba y me hablaba y me decía "hijo, yo confío en ti, tú decide, lo que hagas está bien". Me imagino que él volvía del trabajo cansado, yo estaba encerrado en mi cuarto porque seguramente había salido expulsado del de mis tres hermanas después de haber colmado sus respectivas paciencias.
De seguro él llegaba y recibía las quejas de algún comportamiento inadecuado y luego se enrrumbaba a mi cuarto. Entraba, me preguntaba ¿qué pasó?. De seguro yo le explicaba. El creía, no recuerdo que me llamase la atención. Y luego hablábamos de la vida. Solía hablarme cargado de palabrotas. Era raro pues mi padre no habla palabrotas delante de mis hermanas. Pero era florido hablando conmigo. "Hijo, confío en ti". "No hagas tonterías, no te metas en drogas, es lo único que te pido porque yo ahí no voy a poder ayudarte".
Mi papito es lindo. Me alegra poder decirlo. Durante muchos años de mi vida yo no podía decir estas cosas. No podía hablar con diminutivos. Mis tías se ríen de lo chuncho que era. No bailaba en público. No abrazaba, no dejaba que me abracen. No podía decir papito, mamita, abuelito, abuelita. Era tímido. Muy tímido.
Mi padre me enseñó a leer periódicos. Los sábados y los domingos era un clásico recoger los periódicos de su oficina y luego echarnos en su cama a leerlos. Mi madre odiaba esa rutina de tres horas. Pasaban todos los periódicos, los serios y los amarillos. El Comercio, La Prensa, La Crónica, La Tercera, Última Hora, Expreso, Ojo, no recuerdo cuales más. Los leíamos todos.
Juan Efraín Infante Carrillo se llama mi padre. Tiene buen humor, sabe vivir. Le gustan las fiestas en su casa y en la calle. Cada año espera la fecha de su cumpleaños para hacer un fiestón. Le encanta tener su casa pintada para esas fechas.

La única vez que lo he increpado seriamente fue meses después de la muerte de su papá, mi abuelo Juan, y de su madre, mi abuela Lucrecia.

Todo ocurrió en el lapso de un mes. Primero fue mi abuela. Yo tuve que ir a reconocer su cadáver a la morgue. Eran las 2:30 de la madrugada. Ella había desaparecido. Nosotros habíamos reportado a la policía y andábamos esperando noticias. Llamaron a esa hora y nos dijeron que había un cadáver con las características de mi abuela. Mi padre no pudo ir, se chupó, me mandó a mi, fui yo con dos de sus vecinas. Tocar el timbre de la morgue a esa hora es terrorífico. Entrar más aún. Recorrer sus pasillos, acercarse al cadáver, reconocerlo, fue un trance difícil. Yo en esa época aun me desmayaba cuando me sacaban sangre y no me sentía cómodo en la oscuridad. Efectivamente era mi abuela. Las vecinas se pusieron a llorar histéricas. ¡Puta madre! Estas tías.
Ahora agradezco que me hayan acompañado.

Al mes siguiente murió mi abuelo. En mis brazos. Infarto al corazón. Sé como se muere uno de infarto. Tenía cáncer. Mi abuelo Juan, bello abuelo. Solía decir "¡Carajo! qué linda vida que he tenido".

Me encantaba pasar los lunes con él. Yo llegaba de la universidad a la hora del almuerzo, luego jugábamos Chaquete en su tablero de madera, tres, cuatro partidas, lo máximo. Me encantó vivir con él a mis dieciocho cuando mi madre me expectoró de casa. Me encantó compartir cuarto con él cuando ya senil pasó unos meses en casa de mis padres.
A mi abuelo le sorprendió un infarto cuando yo estaba cuidándolo en el hospital. Mi padre iba poco. Prácticamente era yo el que más tiempo pasaba con él.

Quedé afectado. Por las dos muertes, por los dos sucesos. Esto fue al final de un verano. Yo debo haber estado en los 25 o 26. Recuerdo que al concluir ese año mi padre festejó su santo. Estaban buena parte de sus amigos en su casa. Llegué tarde. Tomé un poco. En un momento, él se acerca a abrazarme y darme un beso. Yo le mordí el cachete. Largo y fuerte, muy fuerte. ¡Pobre!, aguantó sin chistar. Luego comencé a llorar y a increparle. Delante de todos. ¿Por qué has sido tan cobarde? ¿Por qué no has podido tú hacerte cargo de tus muertos?...
Pobre mi padre. Gran escena. Papá pidió disculpas delante de sus amigos. A partir de ahí, nuestra relación se hizo más adulta. Más linda. Mi padre no es un cobarde. Claro está. El y mi madre me han enseñado a ser valiente. Pero claro, yo he tenido una mucho mejor infancia que él. Gracias a él y a ella. Y a lo lejos comprendo y agradezco esos encargos. Que me haya confiado esa tarea.
Salí de esos golpes gracias a Mati. B me mandó a terapia. ¡Gracias B!
Mi papá es tan gracioso. Ahora está empecinado en que le de un calato. Ríe cuando le digo que primero necesito una calata. Ríe y cuestiona. Cuestiona jodido. Me recrimina haber perdido tan lindas mujeres en mi vida. Me recrimina por R.
Yo le concedo toda la razón. Soy un huevón le digo, qué voy a hacer. Hijo -me dice- eres un cobarde, por qué esperas a que aparezca la mujer perfecta. Y sentencia: tú deberías casarte ya, si te equivocas, ¡qué importa! Ya ves, a mi me pasó con la primera. Me equivoque con tu madre, pero luego vino Mirtha. Yo río. Mi papá tiene derecho de decir lo que quiera. Me encanta mi padre.

En su segundo infarto al cerebro mi padre ya no tenía ganas de vivir. Para animarlo le anuncié mi matrimonio con R. En julio nos casamos le dije. Llegó julio y nada. Mi viejo se burlaba de mi con sus amigos, este pendejo nunca dijo julio de qué año. Cuando terminé con R se puso mal. Otra crisis. Jodido. Llamé a R. Linda como siempre y a pesar de su dolor me acompañó a acompañarlo. ¡Gracias R! Mi padre entendió que el amor puede transformarse en otro amor.

El domingo papá y mis hermanas y sus esposos y sus hijos, mis sobrinos estuvieron en casa. Antes que digan nada y que comiencen a batirme la clásica media hora les dije, este día es el día de mi fracaso. No soy padre. Santo remedio y a disfrutar. Rocío trajo la letra de una canción. Le cantamos, reímos, nos tomamos fotos. Gozó.
Te amo papito.
He tenido mucha suerte de contar todos estos años contigo Juan Infante.





2 comentarios:

vania portugal dijo...

Me encanta tu post, ejercicio edificante leerlo, y supongo tambien escribirlo
(yo pensaba, pero no hemos nacido de un huevo, ¿no?).
cariños,

Vania

Anónimo dijo...

Escribes lindo Juan