domingo, 9 de noviembre de 2008

Estreñimiento Coronario



Mi padre llama el viernes.
- Hijito - dice con su voz de te estoy extrañando
- Papito lindo - qué bien que me llamas - respondo.
- Me estaba acordando de ti y te extraño, quiero verte.
- Claro papi, porque no desayunamos el domingo.
- Excelente, en el sitio que me enseñaste y que no entramos.
- Perfecto.

La semana pasada también desayunamos; yo quería sacarlo de nuestro tradicional jugo y sánguche en Las Delicias, así que le propuse tomar un Caldo de Gallina. Pero por tarado, no me animé a ir al sitio este que está en Evitamiento, y tampoco, al Mercado El Edén de Benavides, cuyo Caldo de Gallina conozco y apruebo. Por tonto, le propuse ir al Mercado de Surquillo. Muy mala decisión, malazo. Malazo, malazo. Otra de las opciones que barajé fue la Baguette de San Isidro. Pero, a ambos nos provocó optar por el caldo y por el mercado de Surquillo. Y erramos. No era el sitio para ese plato.

Así que el caldo de gallina ha quedado mal parado y esta vez nos tocaba otro menú matutino y en La Baguette .
Mi padre es un hombre de la mitad del siglo pasado. Vio en directo cuando el hombre piso por primera vez la luna. Conversamos de eso. Y mientras me hace un recuento de algunas cosas que vio, pienso que mi generación - y las que le siguen- aún no abre la boca con un acontecimiento de esa magnitud. Y qué hasta ahora las cosas nuevas que vemos son cosas cuyos orígenes ya estaban en el siglo pasado.





Hablamos también de la velocidad de la vida, de que él pensaba cuando era joven que cumplir 60 años era una cosa lejísima; es más, yo creo que pensaba morir a los sesenta y pico, tranqui. Y ahora, le digo en tono imperativo, tienes que vivir un poco más que mi abuelo.

- ¿A qué edad murió mi abuelo?
- Creo que a los 87 - me responde.
- Bueno, entonces tú, por lo menos hasta los 88, así yo puedo llegar hasta los 90. Si te mueres antes que la edad en que murió mi abuelo, me jodes - le digo. Tendría que morirme antes.
- Está bien -me dice- lo que tu quieras.

A mi me gusta verte -me dice. A veces no me atrevo a llamarte para decirte que quiero verte.
- Te estriñes - le digo.
- Si -me dice-, sufro de estreñimiento coronario.

Estreñimiento coronario! Qué buen concepto. ¿Cuántos de nosotros tenemos problemas de estreñimiento coronario?. ¿Cuántos de nosotros no decimos, no hacemos, no llamamos? Hago un rápido repaso de los problemas principales que impiden a mis alumnos salir adelante. ¿Cuántos de ellos se deben al estreñimiento coronario? ¿Cuántos tenemos todo lo necesario para disfrutar la vida pero el maldito estreñimiento del bobito corazón lo impide? ¿Cuántas de las batallas que libra nuestra mente no son victorias porque dónde se deben librar es en el corazón?

Mi tesis es que el estreñimiento estomacal tiene mucho que ver con los miedos tempranos. Yo, particularmente no lo sufro, pero he conocido mucha gente, particularmente chicas, que sí. Y en algún momento lo asocié con el miedo en la edad temprana. Entonces, ahora me pregunto sobre los orígenes del estreñimiento del corazón y claro, la respuesta está en la relación con papá y mamá.
Y reviso historias y rabias y temores y llantos y bloqueos y...
Y comprendo que el estreñimiento de tu corazón tiene que ver con algunos miedos de tu infancia. Y que no hay afrecho que te ayude, así que a librar la batalla.


Ilustración de Fito Espinosa aparecida en la revista Caras y tomado de su blog http://fitoespinosa.blogspot.com/

2 comentarios:

Anónimo dijo...

fito espinosa, con s

Anónimo dijo...

corregidísimo!!