lunes, 11 de agosto de 2008

El peso del Clan


Ya van a hacer dos años desde que E me regaló el libro "El Clan del Oso Cavernario" de Jean M. Auel. El libro relata de manera hermosa la dura historia de Ayla, una niña Cro-magnon de cinco años que pierde a su familia a causa de un terremoto y es recogida por un clan de hombres de Neandertal. Ese libro me enseñó acerca del peso de los clanes.

Digamos que un clan es un grupo de referencia que tiene unas creencias, unas reglas de juego, unos comportamientos y pensamientos aceptados y unos comportamientos y pensamientos que no son aceptados y que incluso son penados. Nuestro primer clan es la familia y luego viene el clan escolar, el del barrio, el de la universidad y el de cualquier grupo al cual nos adherimos por simpatía.
El clan nos da un sentido de identidad, de pertenencia, de seguridad. A cambio, nos exige lealtad. No podemos salirnos de las reglas impuestas por el clan. Si nos salimos, se nos castiga y si persistimos, se nos expulsa.
El clan da, pero también quita. Te priva de la libertad de discernir, de pensar independientemente acerca de ti mismo, de tomar acción siguiendo tus propios criterios si es que quieres hacerlo.

Escribo este post como complemento del que escribí el 8/8/8 porque también me he topado con el peso de los clanes dentro de mi trabajo y, ya que fui tan extenso acerca del peso de las carencias afectivas tempranas en el desarrollo personal, no quiero dejar pasar este tema. Se además, que me faltarán unos cuantos más. El de los traumas ocurridos en la adultez y el peso de las ideologías, por ejemplo.

Comenzaré con una historia personal que quizás ayude a ilustrar esto. Años 91, 92, 93, 94. En mi clan principal éramos un divertido grupo de tres parejas que viajábamos mucho por el Perú, veraneábamos y nos reuníamos cada fin de semana a tomar unos tragos principalmente en el bar la Noche. Época de Sendero, post fujishock y pocas y complicadas oportunidades laborales para los hombres del clan que nos iniciábamos en el mercado laboral mientras que dos de las chicas aún estaban en la universidad y la otra en proceso de transformación de identidad profesional. Tiempos llenos de insatisfacciones para todos.
Recuerdo noches interminables de rajes de la vida de los otros, análisis del país, quejas a granel, poco análisis de nuestras vidas y menos de nuestro futuro que era difícil de imaginar. Y claro, muchas risas y escapismo.
Fueron esas épocas en las que se me dio por entrar a Gamarra. Dejé el trabajo formal y formé mi empresa. Mis amigos, mi novia se extrañaron. Yo comencé hablar de otras cosas. Se aburrían. O no entendían. O se sentían cuestionados. Yo comencé a faltar a las reglas del clan. Mi movimiento no correspondía a lo que estábamos acostumbrados. Comencé a ser menos convocado. Poco a poco me fui aislando o me fueron aislando. Incluso mi novia comenzó a sentirme distinto. Se inició el proceso de ruptura. Cada tanto, la relación era cuestionada. Terminábamos y luego volvíamos. Una vez, dos veces, tres veces. Las separaciones eran cada vez más largas. Y con ellas, venía la separación con todos. Hasta que en un momento dije basta, una más y ya no espero.
La linda B había entrado en trompo. Sentía incluso celos de mi trabajo. Mis amigos, mis grandes amigos se alinearon con la ruptura. El clan reaccionó a mi cambio. Fui expulsado. Inicios del año 96.
El clan se defendió de mí. Yo transgredí lo permitido. Me salí de nuestras normas de comportamiento. Saqué los pies del plato. Yo no sabía lo que se ahora.

Ayer, vi una pela que compré con mi sobrina hace unas semanas. P.S., Te amo. Pensé que era una película ligerita, pero no lo era tanto. Una pareja de esposos jóvenes. El muere de un tumor en el cerebro. Pero se ocupa de dejarle una serie de cartas para acompañarla y guiarla en su proceso de reconstrucción. Se amaban. Antes de la carta final, la madre le habla a la hija: cada vez, con dolor, veo más que te pareces a mí. Es dentro de una secuencia donde Holly, la hija, le dice a la madre que no tenía recuerdos de ella sonriendo. El padre las había "abandonado" muy tempranamente. Es ahí cuando la madre le responde: con dolor veo que cada vez te pareces más a mí y me da pena que sea así, que no puedas amar a otro hombre. Tú padre no va a volver nunca más. Se abrazan. Lloran. Fue el primer diálogo honesto en muchos años de madre e hija. El clan familiar da un salto a partir de esa aceptación.

Y así es el peso de los clanes. Pasa mucho. Lo he visto muchas veces en grupos de amigos, en familias, en profesiones. Recuerdo a la gente con la que hacia teatro en los 90. Televisión nunca. En los artistas plásticos ahora. Dinero nunca. El clan manda a que nos neguemos ciertas cosas.
Yo creo que hay que cuestionar a nuestros clanes cuando estos nos impiden ser felices.

Ayla, la niña del clan Cro-magnon recogida por el clan Neardental era distinta. En físico, en habilidades. Durante muchos años estuvo reprimida por el clan que la salvo de la muerte. Su nueva familia no le permitía expandir sus potencialidades. Por ello fue que a escondidas, aislada, sola y con la tristeza de sentirse incomprendida fue perfeccionando las habilidades que finalmente la hicieron convertirse en líder.

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