martes, 18 de mayo de 2010

Muñequito de madera

Hay temporadas que voy y vengo con frecuencia. Que salgo de mi cuarto, de mi sala, de mi confortable espacio laboral, de mi entorno de afectos y viajo. Estas últimas tres semanas, por ejemplo, apenas si he estado en Lima los fines de semana. He salido de mi casa de mañanita, de tarde o de noche. Siempre después de lo planificado. Siempre había algo más que hacer antes de salir.
En estos días me alegra no tener que ir al aeropuerto. No tener que llamar al taxi, temer porque no suene el despertador, armar la maleta con prisa. Pasar esos controles ridículos. Estas semanas he viajado en mi carro. 422 kilometros de ida, 422 kilometros de regreso. Chimbote ha sido mi destino.
Salir de Lima por el norte no es tan fácil ni tan ligero como salir por el sur. La Panamericana Norte está más poblada y los pilotos son muy novatos. En Lima Norte manejan muy mal y todo lo solucionan sacando el bracito y haciéndote el gesto ya pues choche. Me río pero como me dan ganas de mandarlos al carajo.
Una vez pasado Puente Piedra la cosa se relaja. Y es bonito estar en la carretera. Te relajas tú, dejas atrás Lima entera y todo su peso. Te pones feliz, te pones cantor, te pones bailarín en tu carro. Claro, vas con cuidado. Hay su tensión. La carretera, el miedo al camión con las luces apagadas, a que alguien que venga de vuelta no respete las reglas y nos ponga en riesgo a todos. A que te falle la resistencia y te quedes dormido. Hay su miedito. Y están también los patrulleros. Estacionados. A ver si paras. A ver si te pueden decir algo. A ver si puedes dejar tu peaje. Peaje, deberían también haber bonos por kilometros acumulados. He hecho 3 mil kilometros las últimas tres semanas. Tantos peajes pagados, la pista no está tan buena. Hay varios kilometros que están mal. Recién los están trabajando.
Por eso quizás, a pesar del placer y la desconexión, el cuerpo se va tensando. Vas sintiendo los dolores de espalda, pantorrillas, los muslos. Duelen los antebrazos, las manos. Y cuando uno llega a destino tiene que salir del carro en tres o cinco tiempos. Como si fuera un muñequito de madera. Hasta que nuevamente el cuerpo adquiere sus capacidades. A mi sentir eso me apena.
Hoy, ya es de mañana. Ya el cuerpo está bien. Ya llega la tarea a realizar. Escuchar, percibir, tratar de ayudar, buscar las palabras adecuadas para que el otro entienda, buscar en el archivo todos los ejemplos para ver cual sirve, sentir que necesita el otro, con que intensidad.
Regresar es más ligero. Regresar al hogar es rico. Ya no puedo seguir escribiendo. Tengo que comenzar el ritual de la higiene y el desayuno.

6 comentarios:

martesytrece dijo...

Enhorabuena por ese disfrute del viaje.

A mí también me encanta viajar y suelo hacerlo, muy a menudo, en moto.

Celebro que lo pasaras bien a pesar del cansancio final.

Saludos cordiales.

Gustavo dijo...

Bueno a mi me gusta andar pero por una ruta donde no haya casi nadie y donde puedas ir tranquilo. si no es como que no tiene ningun sentido. Prefiero quedarme en mi casa. Por eso odio los fines de semana largos. Porque se va todo el mundo y las rutas se vuelven un caos.

Mato Terré dijo...

Comparto tambien tus ganas de viajar. De hecho lo hacia bastante seguido antes de empezar la unversidad. Es una excelente forma de despejarse y conocer.

Pasate por mi blog que tengo un par de historias de viajes.
Saludos

José Arturo dijo...

No sé, no sé, mi intuición me dice que tu blog me gustará.

El dicho ofrece que para muestra basta -y en este caso yo digo y hasta sobra- un botón.

Recibe un saludo desde el mismo continente y desde otro hermoso pais: México.

Ferip en Recursos dijo...

sALUDOS DESDE aRGENTINA!

Anónimo dijo...

Gracias por dejarnos participar de tu aventura blogera.
Saludos