martes, 19 de enero de 2010

Ayuno

Hoy es mi primer día de ayuno. El último sólido lo ingerí hace más de 24 horas. Estoy acompañando a mi sobrina Chío que está alta de azúcar. Su médico, el doctor Casanova, le ha pedido que ayune y luego pase a una dieta de alimentos crudos.
Chío tiene el azúcar alta desde hace un año. Para la medicina occidental, es diabética. Para la medicina occidental debería inyectarse insulina. Volverse insulino dependiente. Para nosotros tiene el azúcar alta.
Su madre -mi hermana-, su padre y ella, han decidido hacer un tratamiento alternativo. Yo estoy contento con esa decisión. La mayoría de nosotros, estamos contentos con esta decisión. Nuestra familia sabe muy bien lo que es ser insulino dependiente.
Mi hermana Mariella fue insulino dependiente desde los ocho años. Ella murió hace cinco. Contenta porque luego de una vida con rabia encontró el amor meses antes de entrar a hacer diálisis, cinco o seis años antes de morir. El amor de su vida fue Gastón. Que, por otros motivos, también hacia diálisis. El amor brotó en las salas del hospital Rebagliati. Gastón murió un año y un mes después que mi hermana Mariella. Pero esa es otra historia que les contaré algún día. Espero pronto.
Lo menciono esta vez porque las decisiones de mi familia en este momento tienen que ver con nuestras vivencias del pasado. Y Chío las conoce perfectamente. Y de esa historia saca fuerzas para enfrentar el fregado proceso de cambiar de rutina por un tiempo. Hasta que el azúcar vuelva a sus niveles normales.

Chío debió venir ayer para pasar una temporada en mi casa. Pero una amiga suya que vino de Argentina sufrió una diarrea colosal y no viajó el domingo de vuelta a su tierra. Entonces, Chío está con ella de anfitriona. Habíamos quedado en hacer juntos el ayuno. Aquí en mi casa. Entre dos es más fácil. Podíamos habernos reído con el concierto de nuestras tripas hambrientas. Conversado mucho rato de este pequeño esfuerzo que significa que el cuerpo se estabilice. Pero no se ha podido. Ella comenzó su ayuno ayer, yo, he comenzado hoy.

No comencé ayer porque no sabía como era el asunto del agua de papa. Sucede que durante estos días sólo podemos tomar agua de papa y agua mineral sin gas. Yo no sabía cual era la receta del agua de papa. Es decir, cuantas papas, cuanta agua, cuanto tiempo se hierve. Podrías pensar que son sonseras. Pero si te pones en nuestro lugar y piensas que lo único que entrará en tu sistema digestivo es agua de papa durante tres días, entonces perdonarás que haya buscado la receta perfecta.

Hoy comencé sin receta perfecta. Y casi sin papas. No he tenido tiempo de ir al mercado y me la he bancado todo el día con agua de sólo tres papas. No mucha agua, para que no salga tan aguada. Ríete. La mucha chamba que tengo en estos días, tuve que llevar a arreglar un artefacto eléctrico y el técnico me salió parlanchín y una visita a mi madre que me pidió que la jale a comprar plantas, tierra para macetas y una maceta. Los tiempos se apretaron y no fui por la papa.

Pero hablé con mi madre un rato. La madre de Mariella y la abuela de Chío. Mi madre. Pensarás que no es necesario que te lo remarque, pero lo es. Mi madre es la persona que menos soporta este proceso. Porque con la dieta, que ya lleva un año, Chío ha bajado mucho de peso. Y ahora último los exámenes señalan que su prolactina está baja. Entonces mi madre se cuestiona este tratamiento alternativo. Y con sus dudas, abre fisuras innecesarias. Entonces aproveché en hablar con ella.

- Mamá, no te estás dando cuenta pero estás saboteando una decisión. La madre ahora no eres tú, es Rocío. Tienes que respetar el camino que ellas han elegido.
- Pero Juancito, Chío está muy flaquita.
- Todos sus exámenes están bien. Sólo la prolactina está baja. Y el doctor ni caso le ha hecho a eso. Para él la prioridad está en bajar el azúcar. Yo estuve en la consulta.
- Es que está muy flaquita.
- Mamá, son sólo unos meses que tiene que seguir la dieta de manera estricta. Tú no puedes ser la que sabotée todo esto.
- Si pues.
- Es un año de esfuerzo. Como un entrenamiento de alta competencia. Como un curso intensivo, como una maestría. Justo hoy hablé con una señora que me contó que su sobrina le diagnosticaron diabetes a los 14 años y se curó, tiene 23 y ya no tiene azúcar alto.

Comprendo a mi madre. Comprendo sus temores. Temores de familia.

Y entonces acá estoy. En ayuno. Chío debió estar acá. Es más difícil acompañarnos a la distancia. Pero no quiero sacar los pies del plato. Faltan dos días. Chío está más en su cama con cara compungida. Es su segundo día. Para mi ha sido recién el primero ¿Cómo estaré mañana?

Debo decir que Chío nos está dando la oportunidad de revisar nuestros hábitos alimenticios. Y de confrontarnos con todas las cosas que se movilizaron cuando éramos niños y apareció la diabetes en casa. Debo decir que por salud me provoca este ayuno. Que me vienen bien un par de kilos menos. Que incluso me divierto viviendo esta pequeña tortura.

¡Gracias Chío! Aunque hemos debido armar el concierto de tripas juntos.

2 comentarios:

Chio dijo...

Tio te felicito por cumplir el reto! aunque a la distancia, fue lindo sentir que estaba acompañada y soy feliz de que me apoyes en esta decision! te quiero y pronto me mudo contigo jiji! promesa!

Anónimo dijo...

Lo siento. Tras leer esto me siento como el nick que puse en mi FB, cambiándole un poco el punto de vista (y eso que lo puse antes de leerte). Y esto no se llama ser un asceta -creo-, es mucho más humano que eso, tanto así que no sé cómo llamarlo.

LA