lunes, 11 de enero de 2010

Las estrellas y el miedo irracional

Mi amiga Wendy se entera que me voy a Isla de Pascua y exclama ¡Mi isla favorita! y pasa a darme una serie rápida de consejos. El principal: coge un carro en la noche y anda donde no haya luz y mira las estrellas.

Woow
Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche porque encima de otro coche no pueden lucir tan bellas - dice Silvio Rodriguez - y es verdad.
Cogí un coche y me fuí 20 kilometros lejos del pequeño poblado de Isla de Pascua. Había estado ahí más temprano por la tarde. En la playa. Y volví a las 11 de la noche.
Isla de Pascua está en medio del océano. Y en medio del océano no hay luz eléctrica. Salvo en el pequeño poblado que tiene la isla. Pero estaba ya bastante lejos de él. Llego, bajo del auto, miro el cielo. Nunca vi tantas estrellas. El fondo oscuro del cielo y las lucecitas de las estrellas poblándolo. Increíble.

Estrellado por mis miedos
Pero no todo es perfecto. Mierda mis miedos. Estaba solo. A oscuras. Las estrellas sí, pero a oscuras. No saqué linterna. No llevé linterna. Tenía las llaves del carro. Las luces del carro pero era un despropósito prenderlas. Pero los ruidos de pasos ¿Miedo a qué Infante? ¿A los ladrones? ¿Qué ladrones huevón? Pero esos ruidos me hicieron volver al auto. Prendo las luces. Un perro se había echado al costado del auto. Amo a los perros. Pero claro. El miedo. No lo llame. Tonto yo, debí entablar amistad con él. Como siempre hago con los perros.
Solo lo dejé tranquilo y volví a apagar las luces. A mirar las estrellas.
Más ruidos. Otra vez el miedo. Tamare!
Pasos de caballo.
¿Miedo a qué? Mira las estrellas. ¡Mira a las estrellas Juan! Pero el miedo me lleva de vuelta al carro. Abre el carro. Mete la llave. Has contacto. Todo apresurado. Prende las luces. Un caballo sin jinete. ¡Miedo a qué huevón!
Más temprano Pa me había dicho. Maneja con cuidado.

En Isla de Pascua somos 5 mil personas y 7 mil caballos. Los caballos andan sueltos.
No le tengo miedo a los caballos.
Me encantan.
No le tengo miedo a los perros. Tampoco le tengo miedo a las personas. Pero la mezcla de oscuridad y ruidos me generan al parecer algún tipo de miedo que - aunque creí que ya no existía - se, ahora, que aún está ahí.
Pero sigo, intentando, apago las luces y continuo con el espectáculo que me regala la naturaleza. Las estrellas.

Y pienso en el pasado.

En los miles de años donde no había luz eléctrica y la vida transcurría con su espectáculo nocturno ¿Cuánto puede enseñar mirar las estrellas? ¿Cuánto conocimiento al alcance de cualquier ojo y cuantas sensaciones hemos perdido? ¿Cuánto enseña el silencio, la ausencia de ruido?

Pero ahí estaba el puto miedo no dejándome disfrutar del todo. Miedo absurdo. Risible pero incontrolable. Miedo castrador ¿De dónde vienes? Hollywood y Tiburón. Hollywood y el hacha por la espalda. Películas absurdas ¿serán ustedes la causa de estos miedos?
Y recuerdo mis miedos infantiles a la oscuridad. A cruzar el pasadizo que llevaba a mi cuarto. De niño las distancias mínimas pueden parecer grandes. Tuve miedo a la oscuridad de chico. Ese miedo me acompañó hasta un viaje a Obrajillo con mis amigos de la facultad de Artes de la Católica. Recuerdo que fuimos caminando hasta Canta y regresamos tarde. De noche. Uno tras de otro, en colita. A oscuras adivinando el camino. Jajaja. Ahí estaba el miedo. Aún con gente tuve miedo. Hasta que llegamos al campamento.

Los miedos impiden el disfrute. En Pascua no hay asesinos ni asaltantes de caminos. No hay lugar para desconfiar. O sea: un asalto con ataque físico sería una cosa novedosa en la isla. Pero eso no importa. El espectáculo de la naturaleza versus esos miedos. El subconsciente.

Y ahí estuve yo perdiendo la batalla. No pudiendo bajar a la playa para echarme un rato sobre la arena a contemplar las estrellas. Para disfrutar de ese espectáculo que es tan difícil tener en otros lugares de la tierra. La tierra que está ya convertida en un gran foco.

Te admiro Thomas Edison pero no admiro el uso y abuso que hoy hacemos de la luz eléctrica.

Así que nada. El cuento termina conmigo derrotado. No soporte este miedo. No duré mucho a oscuras. Diez minutos, quince minutos con dos interrupciones. Y de vuelta al coche. Al camino de regreso. A la seguridad absurda del coche. De la luz eléctrica. A mi cabaña con sus focos. Al libro que leía. No me atreví a vivir una historia superior. No me atreví a la contemplación del espectáculo de la naturaleza. Probé sí, pero no me entregué. Tuve miedo y me regresé. ¿Cúal es la locura? ¿Quedarse o regresarse?

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3 comentarios:

Presencia Luminosa dijo...

Cómo que no te atreviste a la contemplación?
De donde crees que salieron toidas estas reflexiones?
Ya volverás a la oscuridad original, y la disfrutarás. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Eso se conoce como la noche oscura del alma. Ahora depende de ti.

Anónimo dijo...

Respondiendo lo último, yo diría que locura es quedarse.

LA