jueves, 30 de abril de 2009

¿Qué pasó con el Camote?

Salgo a caminar con Valita, mi perra. Ella nunca sabe si apuntar al carro o si ir a la puerta de salida. Bueno, si sabe. Siempre va hacia el carro, pero soy yo el que no siempre cojo el carro. Es que tengo dos zonas para caminar. A una voy en carro y Valita nunca sabe de que plan ando. Como ahora el sol anda majadero, me quedo por casa (aquí todavía el sol es una garantía diaria) y he abandonado momentáneamente el malecón. Siempre pienso que debería haber un sistema de información que me permita saber si el malecón está nublado o si asomó el sol. Igual con las playas del sur. Sobretodo ahora que el otoño sigue siendo verano o por lo menos está transformado en primavera en algunos barrios de la ciudad. Pero bueno, el asunto que una vez que abro la puerta de la casa, Valita sale disparada.

Mi perra tiene tremendo físico. Desde chica camina mucho. Me acompaña en mis caminatas largas, las de 2 y media horas o tres. Resiste sin tomar agua. No es como Lego el perro de Karine que apenas si puede andar 10 cuadras y ya está exhausto. Valita corretea incansable. Corretea a las palomas del malecón, con los perros en los parques y de alguna manera aprendió también a perseguir carros. Corretea a las palomas del malecón, con los perros en los parques y de alguna manera aprendió también a perseguir carros. Esto último ocurrió en Antioquia, el lugar que me presentó la chica que me enseñó el juego de descubrir las palabras que se esconden detrás de las letras de las placas de los carros. Valita es o parece, una perra de chacra urbana. Me gusta eso. No se si será porque la he cargado conmigo en algunos viajes. Ha estado expuesta a distintas sensibilidades. Ahí debe de haber aprendido a perseguir autos. Pero bueno. Hoy que salí con ella y con Dani, recordé una conversación que ocurrió hace un tiempo y que me sorprendió. Porque cuando camino algunas cosas aun me sorprenden y otras no tanto. Hoy, por ejemplo, no me sorprendió que Dani hoy me cuente que estaba pensando dejar el Instituto.
Aquella vez, Valita me dijó o más bien me preguntó:

- ¿Qué pasó con el camote?
- No se - le respondo - ¿por qué me lo preguntas?
- Porque a mi me gusta el camote y no siempre me lo das y cuando converso con los otros perros sólo los más viejos lo recuerdan -pero ya no lo comen- y los chibolos ni siquiera saben que es.
- Ah! Es que ahora hay comida para perro.
- Pero no es tan rica. A mi me gusta el camote y los huesos y algunas de las sopas que me das. Pero me dicen que eso es raro, nadie come eso. Por lo menos, no los perros que están en los parques.
- ¡Valita! Es que cocinarle al perro es un chambón y además, creo que las personas prefieren darle comida de bolsa a sus perros porque después cuando cagan es más fácil recoger su caca.
- Ah! pero no es tan así, a mi igual la caca me sale recogible cuando me das camote y huesos.
- Ya la gente no sabe eso, ya se acostumbró a darle comida de bolsa a sus perros. Y prefiere creerse el cuento de que esa comida es balanceada, más sana, etc. Pero yo no creo eso. Pero claro, tampoco tengo siempre tiempo como para cocinarte.

Y me dejó pensando Valita en el camote. Ya de esta conversación unos cuantos meses. Volví a pensar en el camote cuando Giuliana llevó esas mermeladas fantásticas al taller. No se lo he dicho pero desde ahí pienso que ella podría comenzar a jugar con el camote. No para las mermeladas pero si para una especie de compotas para niños. Porque yo coincido con Valita en que el camote es rico. A mi me encanta glaceado y también ese dulce que se llama camotillo y recuerdo que de chico me encantaba comerlo al horno o frito, camotillo el tinterillo. Pero creo que comer camote es una costumbre que se ha perdido un poco. No tiene glamour. Pero bueno, que me importa, yo tengo los dedos de los pies como camotes.
Pero el camote está caro, por lo menos en el mercado del Edén de Benavides y en los supermercados de por mi casa. ¿Siembran menos? Porque dudo que se esté comiendo más. ¿Comida para bebes en base de camote? Como Gerber pero en camote. Mezclado con frutas. Quizás sea rico. Quizás pueda ser la competencia de Gerber a nivel global. Giuliana podría intentarlo, probar sabores, y luego hacer otra opción con maduro. Ese platano de la selva que tanto se come en Colombia. Esa es otra cosa que me encanta pero cuando he intentado cocinarlo en casa no me ha salido nunca. Pero bueno ese es un segundo paso. Por ahora el camote. Por Valita o por Emilio a quien algún día espero volver a oir gritar: ¡Por Ca-mo-te! ¡Por Ca-mo-te! ¡Por Ca-mo-te!

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